Comunicación oral y escrita:

la dramatización como recurso.
de Antonio García del Toro

Barcelona: Editorial Grao, 1995, 2006.

 
Desde hace décadas, el futuro de la educación de nuestros estudiantes ha sido tema de gran preocupación. Muchos han sido los estudios que se han hecho para descubrir o ingeniarse nuevas fórmulas que hagan más efectivo el proceso de aprendi zaje. Viejas técnicas se han descartado por su actual inefectividad; otras, en cambio, se han renovado y han resultado adecuadas.

Los resultados de estos estudios confirman que para tener éxito como maestro debemos partir de la experiencia directa de los alumnos el salón de clases y de sus vivencias personales, que nos darán la oportunidad de conocerlos mejor y lograr moti varlos de forma efectiva. La tarea, sin embargo, no es sencilla. Por esto, debemos incorporar a nuestros métodos aquéllos que fácilmente permitan un acercamiento seguro y real. Hay, primeramente, que descartar la imagen acartonada del maestro omnipotente que todo lo sabe, que todo lo ve y que es el único que conoce la verdad y la realidad de las cosas. Esta realidad, aún presente en muchos centros docentes, deberá ser eliminada en todas las aulas, tanto a nivel preescolar como universitario. El segundo paso, y quizás el más importante, es abrir las puertas y ventanas para dar paso a la imaginación y la fantasía, y con ellas desarrollar la creatividad de nuestros alumnos.

Sin embargo, erróneamente por siglos se ha relacionado el término creatividad sólo con las Bellas Artes. Igualmente se ha pensado que sólo los genios o personas extraordinarias tienen la capacidad de ser creativos. No obstante, al acercarnos a un nuevo siglo se comenzó a ver más allá de estas fronteras. Ahora sabemos que para sobrevivir como pueblo o individuo tenemos que pensar de manera creativa. Junto a la creatividad está la originalidad, esa capacidad opuesta a la conformidad o al conformismo en ideas y expresión. Y de la mano van la imaginación y la fantasía.  La fantasía es una actividad creadora, ya que es la representación de una situación con cierta conciencia de su no existen cia actual o inclusive de su imposibilidad.

Algunos, sin embargo, también piensan que la imaginación es sólo una función inherente en hombres y mujeres dotados particularmente de ella, y se equivo can. Es una actividad intelectual que le pertenece tanto al científico, como al literato, como a los seres comunes. Hay que considerar siempre la imaginación como una condición necesaria para la vida diaria. La utilizamos hasta para las cosas más trivia les o simples.

La imaginación y la fantasía van de mano del deseo de representar, de hacer creer a otros una determinada forma de actuar. La capacidad de pensar que somos otros es innata en todos los seres humanos. Es parte de nuestra naturaleza que trate mos de explicar lo que hemos hecho, que tratemos de narrar un cuento fingiendo haberlo vivido, como si fuéramos parte de él. Desde niños nos ha gustado fingir. Los pequeños mucho antes de hablar, tratan de decirle a sus padres lo que ha pasado o lo que desean que pase. Lo hacen  con un gesto, con un movimiento. Y lo logran. La representación dramática era natural en la raza humana, como expresión de las ideas, mucho antes de que se desarrollara el lenguaje, es decir, la expresión de las ideas por medio de la palabra.

Como escritor y hombre de teatro, hace mucho usamos las vivencias dentro del mundo fascinante de la representación en el salón de clases. El presente libro recoge nuestras experiencias personales en el aula. Las mismas van desde la enseñan za a niños en los grados primarios hasta los resultados de nuestros talleres de dramatización con estudiantes universitarios con problemas en las destrezas básicas de redacción y expresión oral.

Las dramatizaciones han tenido resultados significativos. Han desarrollado, en primer lugar, una mayor creatividad en los estudiantes, que los ha llevado con el tiempo a expresarse mucho mejor tanto de forma oral como por escrito. Todo es cuestión de empezar.
 

ANTONIO GARCÍA DEL TORO